El martes, a la caída del sol, subí a lo más alto para ver la crecida del río Jarama tras las lluvias de marzo. Soplaba el viento con fuerza, pero no hacía demasiado frío: diez u once grados. Me senté en la ladera del monte, con todo el valle del Jarama a mis pies. A la izquierda, en un alto, Uceda; a la derecha, al nivel del río, Patones, y un poco más elevado, escondido entre las montañas, Patones de Arriba. En medio, las huertas y el río desbordado. La tibia luz del crepúsculo se reflejaba sobre la fuerte corriente de nuestro río. Quién le ha visto y quién le ve... Con una sensación de paz absoluta, el sol se iba escondiendo tras las montañas. Más a la izquierda, las nubes amenazaban la sierra de Guadarrama. En el horizonte destacaba el Pico de San Pedro, solitario, majestuoso, referente del paisaje lejano que cierra este valle. El agua fluye sin pausa. Es un agua a veces dorada, a veces plateada, por la última luz del sol antes de esconderse. Qué poco sentido tienen los ...
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