El verano más raro

 

El río de las huertas, a finales de agosto

Septiembre va entrando poco a poco en el calendario de esta pandemia que sufrimos desde marzo. ¿En qué momento empezaron a torcerse las cosas de nuevo, una vez metidos ya en la "nueva normalidad"? A principios de julio empezó a hablarse de rebrotes muy concretos y localizados. Recuerdo que se informaba incluso del número de contactos que habían tenido los contagiados. Ahora volvemos a tener miles de infectados al día, y según la información que publicó ABC, los muertos superaban los 200 diarios a finales de julio y principios de agosto. Aunque esa cifra no es, y seguramente nunca será, la oficial.

Madrid se ha convertido en una ciudad triste, apagada. Calles sin turistas, comercios cerrados, bares medio vacíos, mascarillas a tutiplén y nada de besos ni abrazos. En los restaurantes se acabaron las cartas. Ahora te las tienes que descargar con el móvil, para no tocarlas. El gel hidroalcohólico está en cada esquina. Hay una obsesión generalizada por lavarse y frotarse las manos de forma continua. Y como a alguien se le ocurra toser o estornudar en el metro, puede haber una desbandada a su alrededor. 

El mejor Madrid volverá. No sabemos cuándo, pero volverá. Mientras tanto, las ganas de tomarte una cerveza por el centro cualquier día después de trabajar se ahogan en una cena casera, un rato de televisión y una retirada cada vez más temprana. 

Normal que piense en Uceda como vía de escape, aunque tampoco aquí permiten muchas alegrías. El otro día encontré un cartel en el río de las huertas donde advertían de que estaba prohibido el baño. Prohibido bañarse en pantanos y ríos. Son tiempos de prohibiciones, de angustias. Miré el cartel estupefacto, mientras veía correr el agua delante de mí, limpia y fría. Solté la bici, me quité la camiseta, me descalcé y me zambullí. Fue uno de los mejores baños de mi vida.

Uceda, agosto de 2020