El wifi del mercado

A la puerta del mercado de Cali, viernes 24 de mayo de 2013

Hay colores que huelen. Por eso el mercado de Cali es un mercado de intensos olores, porque está repleto de vivos colores. Cuando visito una ciudad lejana siempre me gusta ir a su mercado, porque allí se respira la vida y nunca mejor dicho. Un olor especialmente fuerte cuando la refrigeración consiste en las corrientes de aire que se producen a través de sus grandes ventanales abiertos.

En Cali asustan los precios, al menos a un europeo que llega con los euros metidos en su cabeza. Resulta que unas bananas te pueden costar 4.000 pesos, lo que de entrada te echa para atrás. Luego haces cuentas y es un euro y pico. Un taxi te supone 12.000 pesos, y antes del paro cardíaco comprendes que son unos cinco euros. Así todo. Si te descuidas estás pagando 24.000 por una ensalada, y no es que al final sea mucho, pero solo la cantidad impone.

En el mercado de Cali la vida bulle. Bulle y huele, sobre todo la zona de las carnes, de los pollos expuestos a temperatura ambiente. Ecologismo en estado puro. Muy cerca de allí está el "piqueteadero", por si se te ha abierto el apetito y quieres picar algo. Hay que probarlo. 

Las frutas y verduras dan color (y buen olor) a un lugar gris y oscuro, un tanto inquietante. Humilde y grandioso. Repleto de gentes que exponen sus mercancías día a día y viven de ello, con paciencia infinita, a la espera de una venta que tarda en llegar. Hay más vendedores que clientes al mediodía y uno se pregunta cómo podrán sobrevivir si apenas se observan compradores. La respuesta que me viene a la cabeza es que se comerán sus propios productos, de los que tienen evidentes excedentes. O quizás hagan trueques entre sus compañeros de mercado. Un mercado que se retroalimenta. Una pequeña ciudad autosuficiente: te cambio un pollo por esas frutas. 

En medio del mercado hay una zona wifi, vacía y extraña. Es un elemento que confunde, como fuera de lugar. Lo último que te esperarías en un sitio así. De hecho, está vacía. Solo hay una mujer sentada en uno de los bancos, repanchigada con las piernas en alto, mientras mira a los visitantes españoles como si fueran extraterrestres inofensivos: con una mezcla de curiosidad, compasión y diversión. 

Para los españoles pegados al móvil ver una zona wifi en un mercado así a 8.000 kilómetros de Madrid es como toparse con un oasis en el desierto. Corren a la oficina para pedir la contraseña. La encargada les observa realmente sorprendida, como si fuera la primera vez en la historia del lugar que alguien pide aquella clave. La red de internet funciona a la perfección: rápida y fuerte. Una gozada. 

El "mono" de internet cada vez es más fuerte. Visitas un mercado colombiano lleno de interés, y acabas conectado a la red para ver tu correo electrónico. La "ciberdependencia" es brutal. ¿Se imagina alguien que cayera la red en un ataque terrorista y quedáramos incomunicados? El caos (y yo creo que el terror) sería tremendo. No me extraña que ese riesgo forme parte ya de la Estrategia de Seguridad Nacional. Más que fronteras, lo que tienen que defender ahora los gobiernos es nuestro wifi. ¡Que no nos lo quite nadie!


Zona wifi en el mercado de Cali


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