Políticos en la calle

Colas en el Congreso de los Diputados para despedir a Adolfo Suárez, 25 de marzo de 2014

Hace unos días estuve en la Carrera de San Jerónimo para despedir a Adolfo Suárez. Unas 35.000 personas habían pasado por la capilla ardiente instalada en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso, y miles más se habían concentrado en el recorrido que va desde la Plaza de las Cortes hasta Cibeles, para ver pasar el cortejo fúnebre. Era una mañana de finales de marzo muy fría, desapacible, con amenaza constante de lluvia. Ese camino lo hicieron a pie las principales autoridades del país, desde el presidente del Gobierno hasta los portavoces parlamentarios, pasando por el presidente del Congreso y el del Senado. Los ciudadanos pudieron así enviar a Mariano Rajoy y a sus políticos algunos mensajes muy directos, apenas a dos metros de ellos. Los escucharon. Si tomaron nota o no tendrían que decirlo ellos. Yo aquí voy a escribir algunas de las cosas que vi y escuché.

En España no estamos sobrados de políticos respetados y respetables. Por eso fue un bálsamo para todos comprobar cómo se despidió al primer presidente de la democracia. En la calle le gritaron "¡Gracias!" y "¡Viva la democracia!", entre aplausos al paso del cortejo. Alguna señora no pudo reprimir las lágrimas, quizás recordando con nostalgia una época en la que lo más difícil fue posible, porque todos quisieron que lo fuera. Los que ahora vivimos en libertad, y disfrutamos de ella cada día en uno de los países más avanzados en derechos del mundo, se lo debemos a los que hicieron la Transición. Con todos su errores. Pero sobre todo con todos sus aciertos.

Y si a Suárez le daban las gracias, a Rajoy y compañía les increpaban. Un hombre, a muy poca distancia del presidente del Gobierno, se dirigió a él a gritos desde la acera: "¡Señor Rajoy! ¡Ahí tiene usted un presidente! ¡Ahí lo tiene!" Rajoy lo miró y asintió. "¡Un presidente de verdad!", le aclaró el otro. "¡Tienen mucho que aprender!"

Detrás de la familia Suárez, a unos pasos, caminaban Rajoy y los presidentes del Congreso y del Senado. Unos metros después, iba en bloque el resto de políticos, con el Gobierno a la cabeza. "¡Tomad ejemplo!", gritaban muchos ciudadanos. "¡A ver si aprendéis de él!" "¡Más diálogo!"

El ambiente, en general, fue de respeto, pero los mensajes a los políticos actuales se enviaron con mucha claridad. Acabado el cortejo fúnebre, algunos políticos decidieron regresar al Congreso a pie. Se llevaron la peor parte de los rezagados, que ya se cortaron menos: "¡No tenéis vergüenza!" "¡Os lo habéis llevado todo!", le decían al pobre Posada, que no ha hecho nada, que se sepa, salvo ser un político honrado y campechano. Claro que otros, más impresionables, prefirieron tomar el coche oficial o atajar por las callejuelas a la derecha del Paseo del Prado.

¿Alguien tomó nota de todo esto? No lo creo. Cuando terminó el acto en Cibeles, Rajoy se marchó rápidamente hacia Ávila, para asistir al entierro. Justo detrás, tenía a Rubalcaba. No hubo despedida, no hubo manos estrechadas, no hubo un saludo ni una palabra.

Políticos ante el Congreso, 25 de marzo de 2014

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