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Mostrando entradas de agosto, 2014

La vaca y yo

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En buena compañía, en el pinar de La Barranca, mañana del 26 de agosto de 2014 La subida por el pinar de La Barranca , en Navacerrada, resultaba apaciblemente tranquila. Eran poco más de las diez de la mañana de este martes de agosto y apenas me crucé con un par de personas. Iba sumido en mis pensamientos, caóticos y desordenados, un poco revolucionados por vivencias recientes en la noche madrileña, cuando frené en seco mi subida. A unos diez metros de mí me observaba atentamente una vaca. Nos miramos con curiosidad. Ella y yo. Sin movernos. Sin hacer un solo gesto. La vaca empezó a mover la cola y yo avancé un paso hacia ella. El animal hizo lo mismo, y se acercó con paso lento. Las vacas no tienen prisa, su concepto del tiempo es muy diferente al nuestro, o al menos al mío. Para avanzar un par de metros se toma sus buenos tres o cuatro minutos. Mueve una pata con lentitud, como si llevara un peso a rastras, y la posa con suavidad en el camino, luego mueve otra con cautela, s

La playa de los piratas

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Playa de los piratas. Cerca de Moraira, agosto de 2014 Desde la cumbre del sol hasta la Playa de los Piratas (Cala del Moraig) hay un descenso pronunciado de unos 15 minutos caminando a buen paso. Me levanté temprano, para aprovechar el primer fresco de la mañana y evitar la invasión de la masa veraniega, que por definición no madruga y suele llegar en manada a todas partes, siempre ruidosa, a partir de las diez de la mañana. Ligero de equipaje (con bañador y camiseta sin mangas) emprendí el descenso en solitario con buen ánimo, dispuesto a ver amanecer en un lugar que parece perdido del mundo, y que lo estaría sin duda si ni fuera por esa carretera antinatural que un día alguien decidió construir para que los coches (y la masa bulliciosa) llegara hasta allí. De vez en cuando, la naturaleza impone su ley y cubre el camino asfaltado de rocas y tierra que se desprenden de las paredes partidas del acantilado. El hombre, pobre ingenuo, trata de detener su fuerza con sólidas mallas

Adagio

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Anochecer en el estanque del Retiro, 27 de julio de 2014 El adagio es una marca de tiempo que indica que un pasaje debe ser ejecutado lentamente, suavemente, con elegancia... Lentamente... Sin prisas, sin precipitarse. El Papa Francisco decía hace pocos días que una de las claves para ser feliz (además de vivir y dejar vivir, darse a los demás, tener una sana cultura del ocio, etcétera...) era moverse "remansadamete", la capacidad de actuar con benevolencia y humildad. Deja que todo fluya, observa el futuro con tranquilidad, sin tratar de dar un triple salto mortal para llegar a él.  Suavemente... Sin brusquedad, sin exabruptos, sin ira. Ante cualquier problema, frente a un obstáculo que parece insalvable, el trance se supera con suavidad, las piezas acaban encajando con maña y paciencia. Mucha paciencia. Con elegancia... Porque la clase no hay que perderla nunca. Porque la dignidad nos hace hombres, y porque el respeto a los demás, y a uno mismo, forma parte d