Adagio

Anochecer en el estanque del Retiro, 27 de julio de 2014

El adagio es una marca de tiempo que indica que un pasaje debe ser ejecutado lentamente, suavemente, con elegancia...

Lentamente... Sin prisas, sin precipitarse. El Papa Francisco decía hace pocos días que una de las claves para ser feliz (además de vivir y dejar vivir, darse a los demás, tener una sana cultura del ocio, etcétera...) era moverse "remansadamete", la capacidad de actuar con benevolencia y humildad. Deja que todo fluya, observa el futuro con tranquilidad, sin tratar de dar un triple salto mortal para llegar a él. 

Suavemente... Sin brusquedad, sin exabruptos, sin ira. Ante cualquier problema, frente a un obstáculo que parece insalvable, el trance se supera con suavidad, las piezas acaban encajando con maña y paciencia. Mucha paciencia.

Con elegancia... Porque la clase no hay que perderla nunca. Porque la dignidad nos hace hombres, y porque el respeto a los demás, y a uno mismo, forma parte de esa dignidad. 

Adagio... Cuando te veas en un callejón sin salida. 
Adagio... Cuando creas que no puedes más. 
Adagio... Cuando pienses que han podido contigo.
Adagio... Cuando la desesperanza asome con su cara desagradable.

Adagio... Cuando tropieces, cuando te caigas, cuando te tumben, cuando te hagas daño, cuando vuelvas a tropezar, cuando vuelvas a caer, cuando te vuelvan a derrotar. 

Adagio... Porque tras la caída te vuelves a levantar siempre. Lentamente, suavemente, con elegancia... 

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