El rastro del alma



Uceda, 5 de enero de 2015

"Dejo sangre en el papel
y todo lo que escribo al día siguiente rompería
si no fuera porque creo en ti
a pesar de todo tú me haces vivir
me haces escribir dejando el rastro de mi alma
y cada verso es un girón de piel 
soy un corazón tendido al sol"

Víctor Manuel, en "Soy un corazón tendido al sol"
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Siempre me ha llamado la atención la misteriosa atracción que ejerce Uceda y todo la comarca de alrededor sobre mí. No sabría cómo explicarlo, pero necesito ir a ese pueblo y recorrer sus calles cada cierto tiempo, observar sus campos, sentir el olor y el fresco de la dehesa, asomarme al balcón natural sobre el Jarama y ver la puesta de sol en el horizonte de la sierra de Guadarrama desde ese montículo que un día fue la base de un castillo poderoso, o eso quiero imaginar, porque ahora solo quedan unas piedras testimoniales.


"Cuando me acerco por la carretera es como si se me ensancharan los pulmones de pronto", me decía mi tía, que tenía la misma sensación de libertad que yo al llegar a Uceda, pese a ser tan madrileña como servidor. Es la sensación de volver a tu hogar, sin serlo realmente. De regresar a tu tierra, a tus raíces, sin tener conciencia de que lo sean. Mis raíces, he pensado siempre, están en mi Madrid. Y a mucho honra.

Pero el otro día me encontré con un arrugado papel. Un folio donde aparecían decenas de nombres, en forma de árbol genealógico. En una cara y en la otra. Yo mismo aparecía al final de la última rama, pero subiendo de palo en palo por el tronco, me encontré con mis tatarabuelos, por la parte de mi padre. 

Desconcertado, pregunté a uno de esos parientes que son la enciclopedia viva de la historia familiar, y me explicó que la rama de mi abuela paterna es más de Uceda que la Virgen de la Varga, mientras que la rama de mi abuelo paterno es más de Torrelaguna que la torre. Sabía que el origen de mis abuelos estaba ahí, pero nunca asumí realmente que esa parte de mi familia era realmente de esos pueblos desde tiempos muy lejanos.

Esas son mis raíces. O parte de ellas: las que provienen de mi padre. Generaciones y generaciones que se han sucedido en Uceda y en Torrelaguna, que estuvieron ahí antes que yo, que tuvieron mis apellidos, nacieron, vivieron, se casaron tuvieron hijos y murieron en su tierra. Alguno incluso, como el bisabuelo Fernando, fue alcalde de Uceda.

Nombres y más nombres se agolpan en ese árbol genealógico. Todos familiares. Todos pasaron antes que yo por esa tierra que me atrae de una forma irracional. Y todos dejaron allí una parte de su alma, del alma de mi familia, que es la que siento yo realmente cuando paseo por este pueblo que, sin ser el mío, tiene el rastro de la sangre de mi apellido. El rastro del alma familiar.

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