Cuando te bloqueas

Señales imposibles en Salamanca
"El alma no puede manifestarse a nuestros ojos materiales sino por medio de la materia, y eso es una precariedad del alma pero también una curiosa sutileza"

Ernesto Sábato, en "Sobre héroes y tumbas"
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Una tarde de abril nos dirigíamos en coche a un hotel en pleno centro de Salamanca, con la intención de estacionarlo en el garaje privado. Con la batería del móvil agotada y sin GPS, y después de dar mil vueltas por la ciudad, mal señalizada desde el principio hasta el final, dimos con el camino supuestamente correcto. En un cruce de calles frené en seco, sin capacidad para moverme. Quedé totalmente bloqueado, sin poder reaccionar, mientras miraba fascinado la imposibilidad de avanzar un paso más, hiciera lo que hiciera.

Siempre fui una personal racional. En mi cabeza cuadriculada se organizó un cortocircuito cuando se enfrentó a tres señales contradictorias entre sí, que me dejaron totalmente pasmado. Bloqueado. Con la mirada fija en todas ellas, pasaron varios minutos, que me parecieron horas, antes de que pudiera reaccionar.

Por un lado tenía que llegar hasta el hotel, donde se encontraba el garaje. En internet aseguraban que podía llevar el coche hasta ahí sin problema. Una señal me indicaba el camino, pero justo al lado otra me prohibía circular por esa calle. Más aún, me amenazaba con una sanción y retirada del vehículo. Al mismo tiempo, una tercera señal me prohibía parar en ese lugar donde me había detenido. Si tomaba otra calle no llegaría de nuevo hasta ahí en horas, que era casi lo que había tardado en encontrar el camino correcto, y quedaría expulsado de nuevo al extrarradio de la ciudad para volver a empezar.

El bloqueo fue total. Me paralizó, mientras mis ojos no se apartaban de las tres señales imposibles. ¿Qué hacer? Debía tomar el camino indicado, pero al mismo tiempo me lo prohibían, y no me permitían parar allí, mientras los coches empezaban a hacer cola detrás de mí. Y si avanzaba, estaba perdido. Volvería a Madrid sin ninguna duda.

Mi cabeza racional se bloqueó. ¿Cuántas veces nos ocurre algo parecido? Esos momentos en los que debes tomar una decisión imposible, pero no te queda otra porque la alternativa es aún peor... Al final, como seres humanos que somos y no máquinas, actúas por instinto, por sentimiento, por corazón... 

En este caso, mi instinto me llevó a bajarme del coche con el motor encendido (para que no me acusaran de haberlo estacionado), hacer oídos sordos a los que me pitaban, ir caminando hasta el hotel, a unos tres minutos de allí, por la calle prohibida para las coches. Con una agradable sonrisa me dijeron que no hiciera caso a las señales contradictorias y guiara el coche hasta su destino. Acabáramos. 

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