Llámalo azar

Gran Vía, Madrid, 8 de febrero de 2016
"Todo se reducía a una cuestión de secuencia, de orden de los sucesos"

Paul Auster, en "La música del azar"
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"Ella le puso una mano sobre los labios, con la otra cubrió los suyos. A veces es mejor vivir que revivir"

Mario Benedetti, en "Buzón del tiempo"
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De vez en cuando es bueno dejarse llevar, mecido por la suave marea, sin tormentas a la vista y sin prisa. Ninguna prisa. Que sea el azar el que tome las decisiones de nuestras vidas, mientras nosotros nos despreocupamos y simplemente tratamos de ser felices.

El azar. Llámese como se quiera. Cómo explicar que si aquella noche, agotado, no hubieras salido, y no hubieras acabado en ese bar a la hora exacta, no habrías conocido a uno de tus grandes amigos. Y un año después, por un conjunto de casualidades relacionadas con ese amigo, no te habrían presentado a la persona que te acompañó en este viaje durante más de siete años.  

La providencia. Estuvimos dando tumbos por las noches de Madrid durante meses. Hasta que un día, en uno de los lugares más sórdidos de la ciudad, nada que ver con nuestro estilo, ya de madrugada, aquella persona se cruzó con quien poco después iba a compartir con él su vida. Jamás estuvo antes allí. Pero esa noche, a esa hora, a menos de dos metros de distancia, coincidieron los dos. Tiempo después no dejaría de tararear "La fuerza del destino".

En el sitio adecuado, el día preciso, a la hora exacta. ¿Qué posibilidades habría de que dos personas en el mundo coincidieran con esos tres requisitos? Se aproxima bastante a cero. Sin embargo, la música del azar atrae a quienes están llamados a encontrarse y descubren de golpe que sí, que de pronto todo encaja, y que estaban "llamados" a conocerse y a estar juntos.

El azar, el destino, la providencia divina... Llámese como se quiera. Mientras toca a muchos con su vara misteriosa, otros siguen dando tumbos por los rincones de la ciudad.

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