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Mostrando entradas de abril, 2017

Viajar hasta sentirse lejos

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Brasilia, abril de 2017 Viajar. Poner kilómetros, miles de kilómetros, de por medio. Todo un océano. Otro continente. Otra lengua. Llegar a Brasil y sentir que empiezas algo de nuevo. Una ciudad, Brasilia, por descubrir. La mente, despejada. Rodeado de compañeros, sin compromisos. Sin más lazos que los profesionales y los propios de la camaradería. Ni yo te conozco más de la cuenta, ni tú me conoces a mí. Y quiero que todo se quede ahí. Sin más. Compartir comida, caipirinhas, hotel, trabajo y horas. Cuando compartes tiempo, mucho tiempo, y encima seguido, esos lazos se estrechan. Sin más. El universo, ficticio, se reduce y se forma en ese espacio, en ese momento con esas personas. Y la mente se amolda en seguida, se adapta a ese teatro creado de la nada. Todos a actuar. Cada personaje con su papel bien aprendido. Hasta que baje el telón de este nuevo viaje. Sí, me siento lejos. A unos ocho mil kilómetros de distancia física en línea recta. Miro ese trocito de mapa, minúscul

Una maleta a punto de estallar

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Aterrizando en Sao Paulo, 24 de abril de 2017 La maleta ha estallado por una de sus costuras. Es inevitable si se pretende meter ropa para una semana en un bulto de mano. Al final, tanta presión acaba por hacer saltar algún punto, aunque nunca sabes cuál será. Así se queda, y así haremos nuestro viaje. Y yo me siento como una maleta a punto de reventar. Cruzar el Atlántico ya de noche tiene un no sé qué de melancolía que me presiona, y tengo la sensación de que explotaré por algún lado. Pero así me quedo, y así me voy al aeropuerto en unos minutos. Este anochecer está cargado de cierta tristeza, como si el viaje que estoy a un rato de emprender supusiera un punto y aparte, o el final de un capítulo, o quizás de toda una parte. Atravesar el océano siempre tiene algo de épico, de aventura, de incertidumbre, que te hace un nudo en el estómago y te impide la concentración. Ojalá pudiera despedirme de una persona especial en mi vida. Ojalá echara de menos su presencia

Pasar el Jordán

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"Ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel" Josué 1:2 ................................. Le esperaba su Jordán ahí delante. Se detuvo y lo observó. El río llevaba una corriente fuerte, tumultuosa. No era un riachuelo. No, era un señor río. No podía ver lo que había en la otra orilla, pero adivinaba que ahí estaba la vida que le esperaba, y le llamaba, desde hacía tiempo. Su tierra prometida.  Miró a su alrededor. Tampoco estaba nada mal esta otra orilla donde había permanecido desde que nació. Se encogió de hombros. Por qué iba a arriesgarse a cruzar ese río que veía peligroso y ruidoso, y donde podía dejarse jirones de piel. Aquí se encontraba bien, seguro, cómodo. Su vida era agradable. Incluso el tiempo acompañaba. Pero allá, ¿qué sabía él?  Entonces, ¿por qué el ansia de arrimarse al río y pensar en cruzarlo de una vez? Se quedó pensativo. ¿Por qué? ¿Qué ganaría? Le invadió una pereza e