Pasar el Jordán





"Ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel"

Josué 1:2
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Le esperaba su Jordán ahí delante. Se detuvo y lo observó. El río llevaba una corriente fuerte, tumultuosa. No era un riachuelo. No, era un señor río. No podía ver lo que había en la otra orilla, pero adivinaba que ahí estaba la vida que le esperaba, y le llamaba, desde hacía tiempo. Su tierra prometida. 

Miró a su alrededor. Tampoco estaba nada mal esta otra orilla donde había permanecido desde que nació. Se encogió de hombros. Por qué iba a arriesgarse a cruzar ese río que veía peligroso y ruidoso, y donde podía dejarse jirones de piel. Aquí se encontraba bien, seguro, cómodo. Su vida era agradable. Incluso el tiempo acompañaba. Pero allá, ¿qué sabía él? 

Entonces, ¿por qué el ansia de arrimarse al río y pensar en cruzarlo de una vez? Se quedó pensativo. ¿Por qué? ¿Qué ganaría? Le invadió una pereza extrema y bajó la mirada de nuevo. "Y qué más da..." Odiaba esta expresión, que le venía a la cabeza con insistencia.

Pero fue entonces, en el momento en que dejó de fijarse en el horizonte, cuando su mirada se centró en su interior. Fue un segundo, pero se vio por dentro con descarnada sinceridad, sin aditivos, sin adornos. Y comprendió que la respuesta estaba ahí. Quería cruzar porque ahí dentro le faltaba algo, una ausencia que podía hacerse insoportable, aunque no fuera consciente de ello y el decorado del exterior buscara disimularlo. 

Era un vacío que a veces notaba como una gran bola dentro de él, y que le empujaba a buscar más allá, a no conformarse con esta orilla plácida donde había crecido y madurado. Y entendió que solo en la otra orilla del río, de su río, podría alcanzar la plenitud de su vida y llenar ese vacío que le comía por dentro.

Sin echar la vista atrás, se acercó a la peligrosa corriente y se lanzó decidido a llegar al otro lado. Se zambulló y braceó sin mirar atrás y sin atender los golpes que le propinaba la corriente, por encima del ruido ensordecedor que de pronto le rodeó. Levantó la cabeza y sintió que ahí le esperaba su tierra prometida.

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