Noviembre

Noviembre de 2018, río de Uceda
Noviembre cubre el campo castellano. La temperatura ha caído en picado y en las cumbres de la sierra ya se observa un débil manto blanco. Bajo al río, al lugar de siempre, al que llevo yendo desde hace tantos años. Desde que tengo memoria.

La corriente me relaja. Es la seguridad de la permanencia frente a los cambios, las transformaciones, las inquietudes, los problemas. Cuando algo rompe el sosiego, el río te enseña que la vida sigue. Pese a todo, no se detiene, nunca. Siempre está ahí.

El reciente cambio de hora, apenas hace una semana, precipita la caída de la tarde. El sonido del agua es un concierto. La corriente lleva prisa por avanzar y alcanzar el gran río, el Tajo, en su camino hacia el océano. Aún tiene un largo recorrido por delante.

Me quedaría aquí horas. Mirando la corriente, escuchando sus sonidos que no paran ni un segundo. Observando el fondo, y quizás esperando que salgan a flote las respuestas que siempre espero. Pero lo único que veo es la vida, y toda su belleza, que fluye ante mí sin cesar. El frío empieza a calar. Es el momento de volver y empezar una vez más.

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