La noche

Son las cuatro de la mañana en Madrid. El insomnio me hace una visita y le correspondo.
-¿Qué quieres ahora?
-No duermas, piensa, piensa...
-Pero estoy agotado
-Piensa, piensa
-¿Que piense en qué?
-Piensa en la noche

La noche. Fuera no hay ruidos, quizás algún coche aislado que pasa con prisa por la calle desierta. Mi mente va hasta Uceda, su noche cerrada, un pueblo fantasma a esta hora, los perros que no paran de ladrar, el viento arrastra las hojas y dobla los árboles, las luces apagadas. El reloj de la iglesia da cuatro campanadas. No hay nadie, ni un alma, hasta la salida del pueblo, y más allá, por la Charcuela, el descenso cerrado hasta el río es como la boca del lobo. Hace frío pero algo me empuja a quedarme ahí, plantado, ante la bajada sinuosa. Ahí está. Siempre lo estuve esperando, siempre sospeché que algún día lo vería. Una silueta dobla la última curva y sube, con los hombros cargados, fatigados, hacia el pueblo. Y yo no me puedo mover, casi ni respiro. Apenas levanta la cabeza, mientras se acerca, poco a poco, hacia donde estoy.

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