Resaca de la campaña

Mitin electoral en Sevilla, elecciones europeas de mayo de 2014
La campaña electoral ha quedado como un eco lejano, un griterío insoportable, una demostración de lo lejos que siguen los políticos de la calle, de la gente, de los problemas reales. En quince días recorrí toda España, desde Vigo a Málaga, pasando por Zaragoza, Barcelona, Sevilla, Valencia, Valladolid o Cuenca. Vi una campaña a la medida de los partidos, de sus líderes, y no de las personas que no son de ninguna formación, ni quieren serlo. Que solo quieren que los que mandan no se lo pongan más difícil todavía, acierten en sus decisiones y den ejemplo.

Han sido dos mundos paralelos: el político y el real. Se han separado, la crisis los ha separado. Y en esta campaña se ha visto. Mítines de militantes (tampoco demasiados) entregados, y en la calle, indiferencia, hastío por unas elecciones europeas que se presentaban como una ocasión única para dar un aviso a los partidos. Y así ha sido.

Los políticos no han ilusionado. En muchos casos, han vuelto a decepcionar con sus polémicas absurdas, ridículas, que nada tienen que ver con los problemas verdaderos de los españoles. Los españoles hemos asistido estupefactos a la pelea y único debate sobre el supuesto machismo de uno de los candidatos. En ese caldo de cultivo ha nacido de la nada un pequeño monstruito, respaldado por más de un millón de votantes, que propone lisa y llanamente una revolución... para acabar con España en media hora.   

A los grandes les ha faltado pasión, como casi siempre, y sensibilidad hacia el lenguaje de la calle, sus inquietudes, sus problemas, sus quebraderos de cabeza. Falta pasión, ilusión y motivación. Un proyecto y un discurso que atraigan de verdad, que nos una a todos para salir de este hoyo y nos haga creer que vale mucho la pena vivir en este país, España. Falta, en realidad, un líder que tire de este país, y sí, que reduzca el déficit público, pero al mismo tiempo nos diga y nos haga creer que todo esto vale mucho la pena.

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