En el centro del Mediterráno

Malta, desde el hotel en St. Julians

"Es como un árbol: para crecer fuerte y robusto, necesita pasar inviernos duros. Si el clima siempre es cálido y suave, ni siquiera se le forman anillos"

Haruki Murakami, en "Hombres sin mujeres"
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En Malta anochece muy pronto, y las calles se quedan semi desiertas, pero con los comercios abiertos. Las terrazas de los bares y restaurantes se expanden en plazas de cuento de La Valeta, pero apenas hay mesas ocupadas, y no son más que las seis de la tarde. La temperatura se desploma cuando desaparece el sol, el Mediterráneo envuelve a la isla en un manto de humedad. Pero basta con caminar por las calles empinadísimas, arriba y abajo, para entrar de nuevo en calor. "Es como Vigo", comenta alguien.

Desde la calle la vista se te escapa al interior de alguna casa, donde las cortinas, no  digamos las persianas, brillan por su ausencia. En un pequeño cuarto a ras de suelo una mujer ve la televisión repantigada en su sofá, con los pies apoyados en una silla. En esa habitacion parece que lo tiene todo: la cama, la cocina, el espejo, el televisor... Y no tiene nada, porque a distancia se descubre una tremenda soledad. La mujer, ya mayor, sostiene una taza en sus manos y ve la televisión como quien ve llover, con la mirada perdida, absorta en sus pensamientos.

Un poco más allá, en un bar cutre, pero con dos televisiones de unas 40 pulgadas colgadas de la pared, varios parroquianos, en edad de jubilación, ocupan algunas mesas de madera gastada, mientras beben algo de alcohol. Cuando pasas por la puerta te miran como al forastero que eres en esa isla donde muchos españoles van a estudiar inglés. Sí, inglés en Malta.

Hay iglesias por todas partes. En la de Nuestra Señora de Monte Carmelo la cabeza no puede doblarse más al mirar hacia arriba, hacia le gigantesca cúpula que corona el templo, impresionante. De otra iglesia, en mitad de una calle comercial, sale un canto repetitivo. Me asomo y veo a varios hombres cantando una especie de letanía, mientras hacen inclinaciones de medio cuerpo de manera acompasada. También hay mujeres, con velo. Y zapatos amontonados a la puerta. Hay imágenes religiosas en pinturas, pero no esculturas, y el altar está tapado por una de ellas. "Son coptos", dice otro curioso parado ante la puerta.

Esta isla está en medio del Mediterráneo, literalmente. Al sur de Sicilia, al Este de Túnez y al Norte de Libia. La Cruz de Malta lo domina todo, y su orgullo católico mayoritario, también. Sin complejos.

Aquí he recalado ahora, durante mi última travesía por el mar de la noche. Es un paradero tranquilo, bueno para renovarse. En mis manos, el último libro de Murakami, sus mundos siempre inquietantes, y sus mensajes y metáforas que absorbo con avidez.

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