Ausencia

Atardecer en Madrid, octubre de 2016

"¿Qué soy sino un cúmulo de sentimientos involuntarios?"

"¿Desde cuándo los motivos son motivo para hacer nada?"

John Banville, en "La guitarra azul"
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"Comprendió que había llegado a una nueva frontera dentro de sí mismo; la vida iba a ser algo completamente distinto, de ahora en adelante. Había vivido todo ese tiempo en una especie de esclavitud; ahora los eslabones se habían roto"

Lawrence Durrell, en "El cuarteto de Alejandría. Mountolive"
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Salió de la casa de campo en una fría y soleada mañana de noviembre. Anunciaban nieve por encima de los 700 metros, así que se abrigó, a pesar del sol radiante, ese sol que apenas calienta  y que solo se ve y se siente en este mes de transición, el que más le gustaba del año, en el que todo cambia, muda de color, se repliega sobre sí mismo para luego, cuando todo parece ya perdido, volver a empezar.

La caminata le abrió los pulmones. Y el corazón. Pasó por los lugares de siempre, las calles de siempre y las casas de toda la vida, solo diferentes por las ausencias, las voces que ya no se oyen, los saludos que ya no se dan, la compañía que se quedó atrás.

Ausencias, sí, que se van haciendo presentes en cada paso que da. En su mente se hacen realidad. Las piensa, las revive, y ahí están, todas ellas, sin faltar ninguna. Sonríe y saluda, se para a charlar, y asiente cuando la vecina le dice, sentada en el escalón de su puerta, que el frío ya está aquí y que hay que abrigarse. Por fin sabe a dónde se dirige, y allá va. En su mente. Y en ese mundo interior, a veces tan real, aparece la imagen de quien no puede, ni quiere, olvidar. Su mirada, su sonrisa, su manera de hablar... 

Enfrente tiene las montañas, húmedas y limpias por la lluvia del día anterior, y siente que necesita más que nunca la cercanía de quien un día lo fue todo y hoy, tanto después, va siendo un recuerdo difuso que se empeña en conservar. En ese momento, sin saber por qué, envía un mensaje al viento, convencido de que, de alguna manera, llegará a su destino.

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