Un país desconocido

Muelle de Vega Terrón, río Duero (Salamanca), mayo de 2017

"El presente del hombre es, siempre, un presente histórico; un presente en el que se armonizará la memoria del pasado, con el proyecto del futuro que, precisamente, ese pasado origina. Y esta armonía supera el acercamiento azaroso de todo futuro"

"Somos lo que hemos ido acumulando en nosotros mismos; el resultado de una serie de actos que, en la frontera entre la consciencia y las cosas, han determinado comportamientos y orientado el obrar"

Emilio Lledó, en "El surco del tiempo"
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Desde Salamanca fuimos en autobús al Embarcadero de Vega Terrón, en el río Duero. Nos volvemos locos por conocer países a miles de kilómetros de distancia, presumimos de haber estado en Australia, y resulta que nuestro propio país esconde rincones desconocidos para nosotros mismos, que son sencillamente alucinantes. Cuando llegué al muelle lo primero que pensé es que tenía que volver con amigos lo antes posible.

En el embarcadero esperaba el barco "Douro Elegance", preparado para hacer cruceros de lujo... por el río. Sobre cubierta una piscina rodeada de tumbonas y unas vistas del curso del Duero, con España a un lado y Portugal al otro, que hipnotizan por su encanto. 

Cuando zarpamos, el "Douro Elegance" nos introdujo en otro mundo. Pensé de nuevo que si España es una potencia turística mundial es porque lo vale por sí misma, pero no porque los responsables sepan vender sus increíbles misterios. Y este era uno de ellos. Un secreto reservado para unos pocos, desconocido para la inmensa mayoría. ¿Cómo es posible? ¿Cómo puede ser que conozcamos tan poco nuestro propio país?

La travesía empieza en el Duero que hace límite entre España y Portugal, pero pronto se introduce de lleno en nuestro país hermano, separado de nosotros por cuestiones históricas y políticas, pero en absoluto naturales. Las mejores bodegas portuguesas nos saludaban desde las riberas. Pasamos una esclusa, y volvimos al cauce unos cuantos metros más abajo. El paseo terminó, casi cuatro horas después, en Senhora da Ribeira. Pero el impacto se me quedó grabado para siempre. 

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