Verano en enero

Anochecer en Santiago de Chile, a finales de enero

En Santiago de Chile me ha sorprendido el verano en pleno mes de enero. Se nota en el aire. Los árboles desprenden un olor a estío que te agita por dentro. Se nota en la gente, en el buen humor que acompaña al buen tiempo. Y se nota en la calle, que rebosa vida por los cuatro costados.

La Avenida de Providencia transcurre paralela a un río no más ancho que el Manzanares, pero con una corriente que arrastraría a un camión. Baja de las montañas con fuerza, tanta que su color es marrón por la erosión. Junto al cauce del río, ahora bajo, pero que ha llegado a desbordarse, hay un parque lineal verde. Es el verano en toda su plenitud.

Decenas y decenas de parejas acompañan al atardecer tumbadas en el césped entre arrumacos y besos de enamorados. El sol se va poniendo y el agua del río se torna gris, mientras su gruñido continuo se hace más fuerte, más penetrante. La languidez propia de la estación alarga el crepúsculo, y la melancolía, con un punto de felicidad íntima, lo invade todo. Imposible no sentirse en paz en esta puesta de sol.

Imposible no sentir en ese momento la punzada de un dolor que creía exterminado, pero que sigue ahí, agazapado, dispuesto a salir cuando todo en este atardecer veraniego de enero parece perfecto, y lo sería si estuvieras tú. Aunque fuera a diez mil kilómetros de distancia, pero que estuvieras ahí y, como dice la canción, pudiera entonces decirle tu nombre al viento, para que lo llevara hasta ti, como un susurro, como un cálido murmullo desde el verano del hemisferio sur hasta el invierno de Madrid.

Imposible no sentirse enamorado en Santiago, aunque no lo estés, aunque por dentro seas un descampado con las ruinas de una antigua fortaleza. Porque enamorado, en esta ciudad, en esta tierra deslumbrante, te sientes siempre. Es inevitable. Es un estado de ánimo. Una forma de vivir. En Chile es verano, se pone el sol, miras al cielo, respiras profundamente y te enamoras para siempre. Te enamoras de esta ciudad, de este país, de este tiempo, de la vida... y otra vez de ti. Donde estés.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Así está el Pontón de la Oliva

Ouija en la casa abandonada (I)

Imágenes del río Jarama desbordado