¡Es la pasión, idiota!

Georgetown, Washington DC, enero de 2014

"¡La pasión, pasión, hay que tener pasión!"
(Kapuscinski)

Estoy leyendo una biografía del periodista Kapuscinski que intenta derribar parte del mito poniendo el acento en su parte humana más defectuosa, aunque el autor quizás no se da cuenta de que es precisamente este factor imperfecto el que hace grandes a las personas que luchan por hacer el mejor trabajo posible. Y el Kapuscinski defectuoso que estoy descubriendo es ahora, a mis ojos, más grande. Porque creyó en su trabajo, se volcó en ello con un talento indiscutible, intentó dar lo mejor de sí mismo para los demás, y le puso siempre pasión. "¡La pasión, pasión, hay que tener pasión!", no se cansaba de repetir ante amigos, conocidos y jóvenes reporteros, según se relata en la biografía de Artur Domoslawski.

"Hay que implicarse una y otra vez en la obra de liberar al mundo aunque se caiga docenas de veces por el camino y aunque todo lo bueno siempre parezca inconmensurablemente lejos", advertía pasional. Y yo lo subrayo con no menos pasión y añado: aunque caigas docenas de veces, adelante, levántate y sigue siempre adelante, aunque la meta parezca lejana e inalcanzable.

¡Es la pasión, idiota!, podría decirse, en lugar de ese famoso "¡Es la economía, idiota!",  que se atribuye a Bill Clinton cuando disputaba las elecciones a Bush padre. ¡Es la pasión! Lo que diferencia un trabajo gris de una obra humana valiosa, un día monótono de otro que te alimenta el alma.

Con pasión viajé a Washington. Pasión por aprehender todo lo que veía y escuchaba durante los días que estuve allí y reflejarlo luego por escrito. Pasión por captar el modo de vida americano en las calles universitarias de Georgetown, pasión al entrar en la Casa Blanca y sentir latir el poder ahí mismo, pasión al guardar en mi retina cada movimiento, cada gesto, cada palabra escuchada a un metro escaso de Obama, pasión también al entrar en un restaurante de comida rápida, o comida basura, y comprobar cómo hace felices a muchísimas personas, pasión al visitar el monumento de Lincoln y compartirlo con mis compañeros, pasión al escuchar qué se piensa de España al otro lado del Atlántico y comprobar que se nos respeta por nuestra historia, y pasión al hacer mi trabajo después para tratar de reflejarlo todo con la mayor exactitud posible.

Así que ya sabes: ¡Es la pasión, idiota! ¡Hazlo con pasión o no lo hagas!

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