Uceda, 1980

Visión aérea de Uceda, 1980
Esta noche traigo aquí una pequeña joya: un fotograma aéreo tomado en 1980 sobre el municipio de Uceda. Visto así, a esta escala, dice muy poco: varias manchas grises con pocas referencias claras. Sí se ve un núcleo de población y un camino arbolado en la parte izquierda, que resultan ser las riberas del Jarama.

Lo que para muchos es una imagen fea e insípida, para mí, y para muchos otros, cada detalle es familiar. Se observa la Plaza Mayor, con la mole de la iglesia en un lateral. El pueblo queda atravesado por la calle de San Juan, unida desde su vértice de la izquierda con la calle Mayor. Si nos fijamos más puede verse la casa y el corral de mi abuela Ignacia (muchos años después sería de mi tía Maribel). La calle Mayor forma un triángulo con la de San Juan y la calle de Compadres, donde ya estaba, claro, la casa de mi abuela Antonia.

La verdad es que el pueblo ha cambiado muy poco en más de tres décadas, apenas hay algunas casas nuevas, en calles que ya estaban marcadas en el plano esperando que fueran habitadas. Desde las alturas veo el camino de la Charcuela y la llegada al río. Qué pequeño parece todo, qué insignificante el pueblo que me vio crecer, explorado hasta el último rincón, con tantas aventuras como portales pueda haber. Casas con historias centenarias, fantasmas ancestrales, cuevas subterráneas que desde el cielo ni se intuyen, pero que unían el pueblo por dentro.... Y, sobre todo, cuánta vida entre aquellas pocas calles que desde ahí arriba ni se intuye. Cuántas personas han vivido allí a lo largo de los siglos. Cuántas permanecían en ese pueblo en el preciso momento en que se tomó el fotograma y ya no están...

Apenas es un trocito de tierra en el mapa de España, en la esfera de la Tierra, en la inmensidad del universo. Pero es mi trocito de tierra. Y mi trocito de vida.

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"Se supone que la vida, la auténtica vida, es una lucha, una acción y una afirmación inagotable, la voluntad embistiendo con su cabeza roma contra la pared del mundo, cosas por el estilo, pero cuando vuelvo la vista atrás me doy cuenta de que la mayor parte de mis energías se dedicaron siempre a la simple búsqueda de cobijo, de comodidad, de, sí, lo admito, un rincón acogedor. Comprenderlo se me hace sorprendente, por no decir escandaloso"

John Banville, en "El mar"

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