Vivir para soñar


Esta noche también ha soñado con él, ha vuelto a verlo, a abrazarlo, a pedirle que no se vuelva a marchar, que no la deje sola más. Hace más de un año que él, su compañero de viaje durante más de 40 años, su media naranja, su cuerpo y su alma, su pensamiento y su vida entera, se marchó. Fue un sábado de mayo, hace hoy catorce meses menos cinco días. Desde aquella mañana en que dejó un suspiro en el aire y abandonó esta vida, ella nunca ha dejado de soñar con él. Ni una sola noche.

- Esta noche le he vuelto a ver, tan real, hasta podía tocarle.

Mi madre se emociona cada vez que me cuenta sus sueños. Yo le pregunto por la mañana, porque luego se le olvidan los detalles. Solo recuerda que anoche también estuvo con él. Así que, mientras desayuno un café con pastas de colores, a una hora nada temprana, aprovecho que se ha sentado conmigo a la mesa y le pido que me cuente cómo y dónde vio a papá esta noche pasada.

- Le vi como te veo a ti ahora. Yo estaba paseando por Salamanca. No me preguntes qué hacía ahí, pero estaba sola por sus calles. No sé adónde me dirigía. De repente sentí que me tocaban el brazo, me giré y era él. Nos sonreímos y nos abrazamos, apoyé mi cabeza en su hombro, le agarré con fuerza y caminamos juntos.

Se le humedecen sus ojos cansados mientras me cuenta su último sueño. Unos ojos que no se han terminado de secar ni un solo día desde hace más de un año. Mamá, ¿y no os dijisteis nada? ¿No te habló papá?

- Sí, siempre nos hablamos. Yo le dije que se quedara conmigo y no me dejara sola, que no volviera a marcharse. Y me contestó: "Tengo que irme, pero piensa que yo siempre estoy contigo, a tu lado".

Un día, después de contarme uno de sus sueños, tan reales, tan vivos para ella, me confesó que solo quería que llegase la noche para dormir y volver a soñar con él. Anhelaba acostarse, cerrar los ojos y sumergirse en un sueño profundo lo antes posible para trasladarse a ese otro mundo subconsciente en el que habita mi padre, y donde ahora se encuentran de nuevo los dos, cada noche, felices y enamorados como el primer día.

A mi padre y a mi madre, con cariño





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