El sol de los romanos

Puesta de sol desde Uceda, 1 de septiembre de 2013
Se acaba el verano, poco a poco, igual que se va el sol detrás de las montañas del Parque Nacional de Guadarrama, cuando apenas son las ocho y media de la tarde de este 1 de septiembre. Todavía regala algunos rayos, pero su luz languidece lentamente y el ambiente se va enfriando. Desde el castillo de Uceda (las tres piedras que quedan de él, para ser precisos) la puesta de sol es sobrecogedora, espectacular. Es una belleza sobrehumana en pleno centro de la Península Ibérica.

Iberia, como la llamaron los griegos, Hispania, como la bautizaron los romanos, al-Andalus para los musulmanes después, o España, como fue desde hace siglos. Da igual la época, el nombre, las culturas que han pasado por aquí y han dejado su huella en esta tierra, una encima de otra, o una mezclada con otra... El paisaje ha sido el mismo desde hace dos mil años, tres mil... Quizás más árboles, un río mucho más caudaloso, más construcciones de piedras y barro... Pero ese perfil de la sierra de Guadarrama, ese cerro de San Pedro, esta puesta de sol ha sido la misma siempre, y ha sido contemplada por celtíberos, romanos, visigodos, musulmanes, cristianos... desde hace siglos y siglos hasta hoy mismo.

El mismo sol que se esconde por detrás de aquella cumbre, siempre el mismo lugar en la misma fecha, es el mismo astro que iluminó y calentó a los romanos que hicieron esa calzada que baja desde Uceda hasta el río, y que ha estado oculta hasta hace apenas dos o tres años. Un día mi padre escribió al alcalde y le sugirió que recuperara ese camino de piedra, testigo de la historia, de nuestra historia. No obtuvo respuesta por escrito, pero un tiempo después los restos arqueológicos empezaron a ver la luz de nuevo. 

Aquellos romanos, y después todos los que pisaron esta tierra en el centro de la Península, verían por la noche las mismas estrellas que  titilan hoy en este cielo sin luna, mientras meditaban, quizás, sobre la soledad, el amor y la vida. 



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