Volver a Montevideo

Montevideo, abril de 2017

Dos años y medio. Ese es el tiempo que pasó desde que aterricé en Montevideo por primera y última vez. En aquella ocasión, llegué desde Madrid y volé solo durante toda la noche en un viaje largo, en busca de un sueño idealizado para hacerlo realidad. Ahora todo es más prosaico y el trayecto, mucho más corto: desde Sao Paulo, apenas dos horas y media de vuelo, en un avión, eso sí, bastante más cómodo que el que me llevó desde España en 2014. 

Sí, el sueño se hizo materia entonces, pero no salió como la mente había diseñado, con un punto de idealismo poético nada recomendable en aventuras semejantes. En estos casos siempre es mejor la pragmática realidad. De todo se aprende, y de esto, más.

Novecientos días después de aquella experiencia, volvía a la capital de Uruguay. Desde la ventanilla del avión vi un Montevideo verdoso y nublado, con el mal tiempo propio de un otoño que mira ya hacia el invierno del hemisferio sur. Sentí un vacío en el estómago que ya no se me quitaría en los dos días que estuve en Uruguay.

Un minibús nos llevó por Carrasco, nos mostró la mejor cara de Montevideo, casas señoriales junto al Río-mar de la Plata, revuelto y furioso por el temporal que azotaba desde el Atlántico. Nosotros, que llegábamos desde el caos urbanístico y humano de Sao Paulo, nos pareció poco menos que el paraíso terrenal. Nuestro destino estaba en Punta Carretas-Pocitos. Según el chófer del autobús, la gente con dinero vive en Carrasco, y si no en Punta Carretas-Pocitos. Dedujimos que este último barrio sería como el de Salamanca en Madrid: clase media conservadora, asentada en una vida de costumbres y en un vecindario ordenado, tranquilo, limpio y agradable.

Mientras el autobús nos llevaba por la Rambla de Montevideo yo identificaba lugares que me dejaron marcado seguramente para siempre: el barrio financiero donde estaba mi primer hotel, la Casa Violeta, el restaurante El viejo y el mar, todo el paseo que recorrimos a pie hasta llegar al centro comercial de Punta Carretas, una antigua cárcel donde estuvo preso José Mujica, ahora repleta de tiendas de moda. 

Todo me hizo sentir como en aquella primavera inolvidable de noviembre de 2014. Pero el tiempo no pasa en balde. Y sí, reviví muchos momentos, muchas ilusiones, muchas esperanzas. Pero todo quedó atrapado en aquella Rambla que mira a Argentina y a Buenos Aires con aires de tango. 

Montevideo, abril de 2017

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