De Tokio a Malasaña


Barrio de Shibuya, en Tokio, 2 de octubre de 2013























Entre Tokio y Madrid hay 10.774,05 kilómetros (distancia en avión). Nunca antes estuve tan lejos de casa. Ni siquiera cuando viajé a Santiago de Chile (10.705,68 kilómetros), ni mucho menos cuando fui a Los Ángeles (9.373,36 kilómetros) ni cuando visité Shangai (10.266,70 kilómetros).

Mis ojos quisieron comerse la capital japonesa entera. Cada rincón, cada calle, cada esquina, cada comercio, cada casa, cada edificio... Lo miraban todo con el ansia del que explora algo nuevo y atractivo, desconocido y seductor. El caos de Tokio te atrapa y te obnubila. Es un aparente desorden lleno de sentido y organización. La ciudad es un ser vivo en el que los edificios, los distintos niveles de autopistas y las personas se complementan y forman un todo orgánico perfecto.

De vuelta a casa, a mi Madrid, en cuanto tengo un rato libre me voy al centro, y en concreto, en esta ocasión, a Malasaña. Es un pueblo al lado del barrio de Shibuya, pero es mi pueblo. Llego a la Plaza del 2 de Mayo después de pasar por varias calles repletas de pintadas, con una suciedad que ya forma parte de su ser. Se respira madrileñismo y españolismo, porque en esta plaza está la zona cero del patriotismo español, con el monumento a los héroes Daoiz y Velarde en el centro, recordando a los del botellón nocturno que dos siglos antes muchos dieron su vida en ese mismo lugar por la independencia de España, por nuestro país. Una lucha que fue del pueblo, sin políticos, contra los invasores. El pueblo español se salvó a sí mismo desde dentro, con una dignidad que queda plasmada en cada calle de este barrio histórico. 

Me detengo ante la placa conmemorativa del primer centenario de aquella rebelión popular contra el invasor: "A los héroes populares  que el 2 de mayo de 1808, auxiliando a los soldados de los inmortales Daoiz y Velarde, pelearon aquí por la independencia de la patria contra las fuerzas de Napoleón. El Círculo de Bellas Artes. 1908".

"La independencia de la patria". ¿Quién se atreve a escribir algo parecido hoy? No veo ninguna placa de 2008, el segundo centenario de aquel episodio heroico español.

La taberna "Pepe Botella" mira para siempre hacia la zona cero de nuestra nación, tan denostada, repudiada y negada que a veces cuesta incluso hablar de ella. A quienes quieren convertirnos en apátridas, en gentes sin identidad, en simples pobladores de un frío Estado, hay que traerlos aquí y explicarles, sí explicarles, cuál es la historia de España, de nuestra nación, de nuestra patria. Y caminar con ellos hacia la calle de Manuela Malasaña, y recordarles la corta y heroica vida de esta joven, víctima durante el levantamiento del pueblo madrileño y español contra los que venían a imponer su vida, sus costumbres y su cultura sobre las nuestras, que no son perfectas, y quizás nuestras ciudades son más sucias que otras. Pero son nuestras. Y lo siguen siendo gracias a aquel 2 de Mayo y a sus héroes.

Desde Manuela Malasaña doblo hacia Fuencarral y de ahí acabo desembocando en la Gran Vía. Camino despacio y pensativo, con una mano en el móvil, silencioso, apagado, sin una sola señal de conexión y complicidad. Lo mismo en Tokio que en Madrid.

Plaza del 2 de Mayo, Madrid, 205 años después. Mañana del 14 de octubre de 2013

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