Un mojito en el Canal de Panamá

Canal de Panamá. Esclusas de Miraflores, atardecer del 17 de octubre de 2013
Estar en Panamá y no ver su Canal es como si vas a París y no te acercas a la Torre Eiffel o visitas Madrid y no llegas hasta la Puerta del Sol. Con una diferencia: el Canal no es solo un símbolo, como lo puedan ser la Torre Eiffel o la Puerta del Sol, o una seña de identidad de la ciudad y el país, es también, y sobre todo, una obra descomunal, grandiosa, espectacular. Una construcción histórica que permite dividir América en dos y atravesarla por el Centro, lo que no estaba previsto por la naturaleza.

Llegamos a las esclusas de Miraflores cuando languidecía la tarde del 17 de octubre, sin muchas esperanzas de ver algo, ya que caía la luz con rapidez y en realidad íbamos a asistir a un acto oficial en el teatro anexo, con el tiempo más bien justo. Pero hubo suerte y nada más llegar pudimos subir hasta el mirador, cuando todavía había luz suficiente para ver con claridad las dos vías del canal y un edificio en medio, donde se leía: "Miraflores Locks. Panama Canal. 1914-2014". El sistema de esclusas forma un escalón de agua justo delante de nosotros.

Al fondo a la derecha se veía algo que parecía la proa de un gran barco, pero apenas se distinguía. Se dirigía, lentamente, hacia la salida del Pacífico, procedente del Mar Caribe. Le quedaban unos 300 o 400 metros, con dos grandes desniveles de agua en medio, controlados por compuertas.

Cuando el barco se acerca lo suficiente se comprueba la magnitud de la obra. El buque ocupa todo el ancho del canal y es arrastrado con cuerdas tiradas por unos vehículos que circulan sobre carriles en los márgenes. Por un momento te quedas sin habla, maravillado ante lo que están viendo y lo que significa. En unos minutos tienes la proa de un buque de grandes dimensiones (no tanto como un petrolero, como los que he conocido, que no caben aquí ni partidos por la mitad) a unos metros de ti, y saludas con la mano a sus tripulantes, que observan el avance desde la cubierta.

El Canal fue inaugurado el 15 de agosto de 1914, y está previsto que el año que viene acaben las obras de su ampliación, que está ejecutando una empresa española: Sacyr. Estados Unidos lo devolvió a Panamá en 1999. La importancia del Canal en Panamá se ve en el crecimiento económico del país, cercano al 10 por ciento de su PIB. "No te engañes, Panamá sigue siendo un país tercermundista, hay mucha pobreza y muchas diferencias sociales", me dice un buen amigo panameño. Yo lo que veo es una Ciudad de Panamá repleta de rascacielos, negocios, bancos, centros comerciales, hoteles... En definitiva, dinero. 

Según wikipedia, desde su apertura en 1914, el Canal ha dado tránsito a 700.000 barcos. El tiempo de permanencia para un buque es de 23 horas y 50 minutos. Tiene una anchura mínima de 36 metros y una longitud de 50 kilómetros. El coste para cruzarlo (un buque contenedor medio) es de 283.000 dólares. 

El barco "Buenos Aires", de Monrovia, con bandera de Liberia, se detiene ante las esclusas de Miraflores, mientras los conductos subterráneos de agua hacen su labor. Con una velocidad llamativa, el buque va descendiendo hasta quedar casi en las profundidades del canal, hasta ponerse en el mismo nivel inferior que el resto de la vía que tiene por delante. Lo miramos todo con ojos maravillados, absorbiendo cada segundo lo que ocurre delante justo de nosotros.

Las compuertas se abren y el "Buenos Aires" prosigue su camino hacia el Pacífico, arrastrado por las cuerdas de los vehículos. Dónde irá, no lo sabemos, ni qué llevará en sus bodegas, ni qué tipo de vida tendrán esos marineros que nos saludan desde la cubierta con alegría, como si estuvieran viviendo una proeza y nosotros fuéramos los testigos. Realmente es así.

Adíos, "Buenos Aires". La noche se ha echado encima y el barco se aleja a nuestra izquierda por el estrecho Canal, hasta detenerse en lo que parece ser la última esclusa, que da salida ya a una gran bahía.

A todo esto, el acto público al que íbamos a asistir empieza con retraso, así que todavía podemos disfrutar con la aproximación de un buque más, mientras un camarero nos ofrece un mojito. Mejor idea, imposible. "Tiene un toque especial: agua de coco", dice con orgullo. Está sencillamente buenísimo, y todos repetimos. 

Entre mojito y mojito, veo el siguiente buque que espera su turno para atravesar las esclusas y lanzarse al Pacífico, atravesando América por el medio. Quién se lo iba a decir a Núñez de Balboa, cuando hace ahora 500 años justos avistó por primera vez lo que al principio se llamó Mar del Sur, y luego Océano Pacífico.


Ante las esclusas de Miraflores
El "Buenos Aires", detenido ante las esclusas, mientras baja el nivel de agua


El barco ya está preparado para pasar a la siguiente parte del Canal


El "Buenos Aires" avanza poco a poco, arrastrado por las cuerdas de los vehículos sobre los raíles
Rumbo al Pacífico. Al fondo a la izquierda se ve otra esclusa y otro desnivel de agua
Los marineros en cubierta saludan a los testigos de su proeza



Comentarios

Entradas populares de este blog

Así está el Pontón de la Oliva

Ouija en la casa abandonada (I)

Imágenes del río Jarama desbordado