Escapada al norte (día 3)



Vista de Noja

Amanezco en Laredo. 
Duermo en Noja.
Kilometraje: 445,5
Comida: Bocadillos (el último), empanada y plátano.
Cena: Menú en hotel. Ensalada, timbal y crepes de champiñones y bacon. Arroz con leche.
Momento del día: el "descubrimiento" de la Ojerada, en el faro de Ajo. Lo tenía debajo de mí, y no lo encontraba. 
Lo mejor: La playa de Ris, en Noja. Espectacular. Y el paseo al anochecer, imprescindible.
Lo peor: Las pintadas y la suciedad en algunos lugares de la montaña y del campo.  Incluidas las colillas. Si fumas, te la guardas.

Toca despedirse de Laredo. Da penilla. Al final me ha enganchado la playa, el lugar y el hotel. Habrá que volver. Necesitaría mucho más tiempo para hacer todo lo que me gustaría. Pero la ruta es la que es. Mi camino continúa.

Me dirijo a Noja, pero antes quiero hacer una parada en la playa de Berria. El día anterior, desde el monte Buciero, vi una cárcel gigante a pie de playa. Y al lado un cementerio con las mejores vistas para... ¿Para los muertos?

Pero la playa Berria tiene unas dimensiones descomunales. Es el mar bravo, abierto. Hace buen día y se puede tomar el sol, con algún bañista situado a cien metros de ti. Hay espacio de sobra para todos. 

Desde ahí dirijo el GPS a Noja. Nunca he estado ahí. El hotel Hoya, de dos estrellas, es modestillo, pero está muy bien situado, tiene parking gratis en un pueblo repleto de plazas azules, y casi el cien por cien vacías. La atención en el hotel es inmejorable. Por 61,9 euros, desayuno y cena incluida, no se puede pedir más. 

A dos pasos está la playa de Ris. Con unas agujetas de muerte por el castigo de la escalera del faro del Caballo del lunes, ando como si fuera un pato. La playa está repleta de abuelos con sus nietos. Esta época del año tiene estas cosas. Los padres se habrán quedado trabajando en Madrid, y endosan los niños a los pobres abuelos.

Los días parecen tener más horas en esta escapada al norte. Por la tarde me da tiempo a visitar el Cabo de Quejo, los acantilados de Arquero, el faro de Ajo y la Ojerada. Esta última fue la sorpresa del día. Desde lo alto de un acantilado no dejé de mirar alrededor para intentar descubrir dónde estaban los dos "ojos" que te miran, y que se han hecho famosos, por lo visto. Con mucha imaginación vi un ojo en otro acantilado a lo lejos. Antes de irme, decidí dar un paseo y bajar unas rocas. Y ahí estaban los enormes ojos que miraban al mar.  

Cuevas de la Ojerada


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