Luz en la ventana

Plaza de la Independencia, Montevideo. 27 de noviembre de 2014

"Un poco chiflada. Sí, un poco chiflada, pensaba yo al andar bajo el cielo gris en dirección a la carretera que ella me había indicado. Pero radiante: una luz en la ventana"

"P: Si le concedieran uno de sus deseos, ¿cuál elegiría?
R: Despertarme una mañana y sentir que al fin soy una persona madura, vacía de resentimientos, ideas vengativas y otras emociones infantiles e inútiles. En otras palabras, descubrirme a mí mismo como adulto"

Truman Capote, en "Música para camaleones"
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"¡Estás loco!", sentenció un amigo mío cuando le dije que me iba a Uruguay durante cinco días en busca del destino. "¿Tan mal estás aquí?", me preguntó de forma retórica. Algo que ni me molesté en responder. "Estás loco...", insistió. Y yo desconecté.

"A ver si te van a asesinar y no nos enteramos...", me advirtió otra amiga. "¿Vas a un hotel?". "Sí, claro". "Ah, menos mal, así estás más protegido". 

Resonaban en mi cabeza estas amables consideraciones de estos amigos según embarcaba en el avión de Iberia que me dejaría en Montevideo algo más de 12 horas más tarde. En Madrid era casi medianoche cuando el Airbus se preparaba para despegar del aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas. 

Pocas veces he estado tan seguro en mi vida como en ese momento. Algo me había empujado a comprar el billete de avión y a estar ahora en el asiento 23-C, a punto de echar una cabezadita cuando ni siquiera habíamos despegado y apenas habían empezado a calentar los motores. Estaba tranquilo, sin turbios pensamientos, pero expectante, muy expectante por lo que me esperaba a casi 10.000 kilómetros de mi casa y por el rumbo que estaba tomando mi vida de forma inopinada. 

Y lo que me esperaba en Montevideo era una luz en la ventana. Era la luz que había estado buscando tanto tiempo cuando vagaba perdido por el bosque en la negra noche. Una luz clara y atractiva que me guió hacia ella y allí me planté sin pensarlo dos veces. Frente a mí encontré el reconfortante calor del hogar encendido. Cerré la puerta y dejé atrás los aullidos de la noche invernal.


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