Un año que se apaga


Puesta de sol desde Uceda, 31 de diciembre de 2014


"(...) súbitamente una sorda tristeza lo acongojó de pronto al ver la cara descompuesta del que había recibido sus golpes. Y supo así que la guerra no es buena, porque vencer a un hombre es tan amargo como ser vencido por él"

Albert Camus, en "El primer hombre"
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Camino hacia el río de las huertas, por un sendero pedregoso y reseco por la falta de lluvia en las últimas semanas, y me siento de nuevo en mi casa, en mi tierra, en mi lugar. El río Jarama desciende animado, lleva buena corriente y el agua, en esta caída de la tarde del último día del año, recoge los últimos rayos del sol y brilla con destellos de una primavera deseada que está muy lejos. A la sombra, la temperatura y la humedad te colocan rápidamente en tu sitio: el invierno, con sus cuatro o cinco grados de temperatura, por muy despejado que esté.

El sol va cayendo hacia el Pico de San Pedro, que destaca en la línea del horizonte, justo a la izquierda de la sierra de Guadarrama, visto desde este cerro donde me he subido para despedir el año. Desde aquí oigo el sonido del agua, continuo, relajante, imperturbable, y contemplo a mi derecha las huertas de Uceda y Patones y los campos verdes regados por el Jarama, aún limpio y transparente, cerca de la sierra y muy lejos de la ciudad.

Desde Patones llega el sonido de las ovejas, aunque no alcanzo a verlas. Suenan sus campanas, muchas a la vez, como si se hubieran juntado unas a otras y no dejaran de moverse para entrar en calor. De vez en cuando, el ladrido de un perro llega hasta mí, y parece tragarse al pajarillo que en cortos y agudos "pi, pi, pi" canta al atardecer. Si pongo atención puedo escuchar todos los sonidos a la vez: el río, las ovejas, el perro, los pájaros... ¡y una vaca que muge en algún lugar!

Todo es paz. Como si nada hubiera cambiado nunca, en un año, en los últimos cinco, diez o cien años. El río, las montañas, el sol, el anochecer... El mundo sigue dando vueltas y suma doce meses más, mientras los que estamos subidos a él intentamos sujetarnos con fuerza para no caer.

La luz languidece. Son las cinco y media de la tarde. Las sombras se alargan y el monte verde va cobrando un tono dorado poco a poco. El viento empieza a soplar, como llevándose los últimos rescoldos de este 2014. El año 2015 está ahí, a la puerta, esperando para entrar. Cuando este sol que se oculta vuelva a salir mañana, todo empezará de nuevo: el mundo volverá a girar. Pero quienes avanzamos somos nosotros. O no. Está en nuestras manos que los sueños se hagan realidad. Al menos intentarlo, con todas las fuerzas, esperar y confiar.

Me gustaría esperar aquí sentado la llegada del nuevo año. Mirar a las estrellas y pensar que todo es posible, que lo mejor, todavía, está por llegar. 

Os deseo un 2015 lleno de buenas intenciones y acciones.

(A las 17.48 se ha  ocultado el sol detrás del cerro de San Pedro. Se ha levantado el viento y el frío es ahora más intenso. De repente me doy cuenta de que sobre mí hay una media luna creciente. Empiezan a oírse extraños ruidos entre los matorrales del monte...)

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