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Mostrando entradas de 2012

Historia de la escalera

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Escalera de la casa de Uceda Bajábamos despavoridos por las escaleras de la casa de Uceda, de dos en dos escalones, de tres en tres e incluso de dos únicos saltos, con esa inconsciencia infantil que te hace creer que eres invencible y nunca te pasará nada, con una confianza ciega en ti mismo. ¿Cuántas veces habré subido y bajado esas escaleras? ¿Diez mil veces? ¿Cincuenta mil? En un solo día podría pasar por ella veinte, treinta veces, quizás más. Las escaleras eran uno de los lugares preferidos cuando éramos niños. Lo mismo servían para un concurso improvisado de saltos, que para descansar en uno de sus escalones y, sobre todo, para ascenderte al lugar mítico de la casa, el centro de juegos por excelencia: el "último" piso. Al "último piso" se llegaba tras subir cuatro tramos de escaleras y atravesar el cuarto de baño. Allí estaba nuestro campamento infantil, repleto de juegos y ciudades enteras de clicks. Y ese lugar secreto, misterioso, que era un armari

Aquellas Navidades de chimenea

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Piso de arriba en la casa de Uceda Hace frío en el piso de arriba de la casa del pueblo. La casa de la abuela. La chimenea lleva apagada años, con restos de cenizas que recuerdan ese calor entrañable que desprendía en las noches de invierno, con toda la familia alrededor y sus ojos puestos en las llamas y la madera carbonizada. Eran otras Navidades. El único foco de calor en el invierno meseteño se encontraba junto a la chimenea, a muy pocos centímetros de ella. Si te alejabas tres metros ya sentías frío, y si bajabas un piso para cambiarte de ropa o coger un libro la temperatura ambiente podía bajar 15 grados de golpe. Si tu intención era acostarte entre las frías sábanas, corrías el riesgo de sufrir un corte de respiración mientras te desvestías, y un paro cardiaco cuando ya por fin te atrevías a meter los pies en ese congelador llamado cama. Las botellas de agua caliente eran imprescindibles para calentar unos lechos que no entraban en calor ni con cinco mantas encima, una so

Galicia en el corazón

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Catedral de Santiago, octubre de 2012 Ahora que 2012 va dando la vuelta a la esquina me viene a la mente una imagen que se me quedó grabada a fuego en la cabeza, pero también en el corazón. Una noche de octubre, lluviosa y desapacible, en la Plaza del Obradoiro, en Santiago de Compostela. Cae una lluvia fina, constante, incansable. La plaza es un monumento de piedra en sí misma. Arte y vida. Una de esas obras que te reconcilian con la especie humana. Si el hombre es capaz de hacer algo así, hay esperanza. Siempre hay esperanza. Son las once de la noche, aproximadamente. Salgo del hotel La Casa de la Troya sin paraguas y encogido, aterido por la humedad, pero ansioso de ver, contemplar y gozar una noche más de uno de los rincones más impresionantes de España. Desciendo despacio hacia el Arco de Palacio, donde un gaitero pone banda sonora original a esta noche de niebla y agua. En la plaza apenas hay gente. Durante el día el ir y venir de los peregrinos es continuo. Ahora un ho

El fin del mundo

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Puesta de sol en el este de Madrid capital Dicen que hoy, 21 del 12 del año 12 del siglo 21 , se acaba el mundo. El día ha amanecido gris y fresco en Madrid, pero de momento nada hace indicar que se cumplirá la supuesta profecía maya.  ¿De dónde viene esa profecía que algunos o bien se han creído a pie juntillas o al menos han temido que sea cierta? En el Diario ABC, el profesor Miguel Rivera Dorado lo explicaba así esta semana:  " No, no es el fin del mundo . El día 21 acaba un ciclo de 5.125 años, el segmento cronológico mayor que los mayas usaban para medir el tiempo. Sería el final del decimotercer baktún (casi 150 años), y lo que es esta fecha es el final de un ciclo , no es final del mundo, sino el final de los tiempos, pero tampoco sabemos realmente por escrito lo que pensaba los mayas de la fecha, quizás pensaba en una gigantesca transformación, pero no hay quien lo pruebe". Los mayas tenían razón. Es el final de los tiempos, o al menos de un tiempo determ

Hojas caídas

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Retiro, finales de noviembre -No tienes que quererme, Walter. Puedo quererte solo yo. ¿De acuerdo? No puedes impedirme que te quiera. "Libertad", Jonathan Franzen El Retiro es otoño en estado puro. El día ha amanecido gris, triste, como un atardecer sin puesta de sol. Los caminos que el domingo anterior estaban rebosantes de niños, familias y artistas callejeros con más o menos talento están ahora casi vacíos. Hombres solitarios, mujeres de dos en dos, o de tres en tres, haciendo su paseo diario, parados sin nada mejor que hacer, abuelos disfrutando de otro día que no piensan dejar escapar... Todos forman la reducida fauna humana que se adentra en el parque de Madrid en una heladora mañana de noviembre. El estanque produce escalofríos. Lo miras y te sientes congelado. Hoy me acerco por detrás, por ese Paseo de Chile que lleva a la retaguardia del monumento escultórico de Alfonso XII, y que es tan diferente del Paseo del Estanque. En este abundan las familias y el

Se paró el reloj

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Te he buscado en un millón de auroras Y ninguna me enamora... (Alejandro Sanz) El reloj se paró a las seis y diez del día 21 de algún mes. Sería septiembre, octubre, noviembre, diciembre... de hace dos años. El tiempo se paró. Fue como ir corriendo y entrar de golpe en una especie de nube sin dimensiones, sin formas ni fin. De la noche a la mañana, la aguja dejó de correr. Sencillamente se paró, agotada, después de dar miles de vueltas, a la espera de volver a empezar. Y ahí sigue, en el mismo sitio que cuando dejó de correr. Las seis y diez, de la mañana o de la tarde. Nunca me fijé. Nunca me importó demasiado. El tiempo paró, pero el sol siguió saliendo cada mañana. Días nuevos para una vida que avanza sin horas, sin ayer, sin mañanas, sin tardes. Y sin ti. Amanece y el tiempo sigue parado, los días iguales, idénticos unos a otros, haga frío o calor, llueva o haga sol, sea invierno o verano, estemos en Navidad o en Semana Santa, libre o trabaje.  Esta noche hace frí

Ave perdida

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De vuelta de Galicia, tan húmeda y lluviosa como misteriosa y bella, he escuchado la canción de Pedro Guerra y me he quedado con su letra grabada en la cabeza. La lluvia cae, no deja de caer, y nunca vuelve hacia arriba... Lo comparto con vosotros Aunque el mar vuelve nunca es el mismo mar La tierra nos devuelve otro sol cuando gira Y todo tiende a huir y vuelve a empezar Y cambia de impresión cada vez que respira Y nadie sabe si esta vez es la vez Y todo lo que un día ocurrió se termina Y casi siempre todos quieren correr Pero hay que estar atento porque el mar se vacía La lluvia nunca vuelve hacia arriba Y si estuviste ahora luego no estás Y nunca más te vi y no fui nada en tu vida Y si no dudas todo puede pasar Y si no pasa siempre sana la herida La lluvia nunca vuelve hacia arriba La lluvia nunca vuelve hacia arriba No lo pienses mucho más No pienses mucho más  Saltar No pienses tanto lo que debes hacer El tiempo corre y luego es ave perdida La lluvia nunc

En mi barca

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Dime por qué preguntas Cuánto te he echado de menos, Si en cada canción que escribo corazón Eres tú el acento. No quiero estrella errante, No quiero ver la aurora Quiero mirar tus ojos del color de la cocacola (...) La vida apenas solo dura un rato Y es lo que tengo para estar contigo Para decirte lo que nunca canto, Para cantarte lo que nunca digo. (Fito y Fitipaldis. "Por la boca vive el pez") La balsa se mueve con parsimonia . Es un balanceo incesante, sereno, interminable. Abro los ojos y no sé dónde estoy. El cielo azul radiante, arriba. Luz cegadora, abrasadora. El único sonido es el agua que chapotea junto a mí.  Me incorporo y observo a mi alrededor el mar inmenso, infinito, que se funde con el cielo. Azul sobre azul, luz sobre luz. Y aquí, en medio de la nada, o en medio del todo, mi pequeña barca a la deriva, sin timón, sin remos, sin velas. Solo flota, se deja arrastrar  por una supuesta corriente y espera. Espera a que llegue una to

Madrid, la Batalla del Congreso

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En el Congreso, los diputados debatían si hay que recortar los sueldos a los cargos públicos en España. Una iniciativa al calor de la demagogia y el populismo del momento, que rechazó la mayoría. Seguía la discusión con algo de hastío, cansado de escuchar argumentos de corto vuelo en un momento en que me gustaría que surgiera un líder en el Parlamento al que admirar, con ideas e ilusión para sacar a España de este agujero. En esas estaba cuando decidí salir a la Plaza de las Cortes, para ver cómo andaba la cosa. Se había convocado una manifestación contra el Congreso. "Tomemos el Congreso" , decían los convocantes en un principio. Por la mañana todo estaba tranquilo, aunque la Policía había tomado literalmente el centro de Madrid. Fue salir al exterior, ya por la tarde, y escuchar un rumor ronco de gentío alborotado. La tranquilidad se había esfumado en pocas horas. Miré hacia la Plaza de Neptuno y me quedé pasmado. Miles de personas se habían concentrado con el propó

El oscuro ritual de luna llena

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El verano llegaba a su fin, al menos en el calendario. Fuimos a dar una vuelta por el campo y la montaña, para despedirnos en manga corta del calor, ahora que todavía se podía. Era una mañana de septiembre soleada, sin viento y sin excesivo calor, unos 30 grados al mediodía. Nos adentramos por un camino cercano a la carretera, repleto de restos de ramas y troncos cortados en el suelo. Olía a pino y a tierra reseca, asfixiada por la interminable sequía.  El camino, en sombra por el bosque que rugía con el viento, avanzaba hacia el interior de la montaña. Era un sendero bien marcado, pero cubierto por miles de ramitas y trozos de madera abandonados a su suerte. Las hormigas correteaban en fila, en perfecta formación. Y nosotros, aunque solo éramos dos, también. Así anduvimos hasta que, pasados unos 20 minutos, el bosque clareó y se hizo la luz brillante del sol . El cielo se dejó ver en todo su esplendor veraniego. El camino continuaba, aunque más abierto. Así que seguimos haci

Desde Madrid

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Ya estoy aquí otra vez. Ignoro si alguien lee este blog , aunque solo sea por aquellas casualidades, o cálculos, de Google. Un día buscas en tu ordenador incienso en el Rastro y acabas en mi blog sin saber cómo. Cosas de internet, que son las que, quizás, han hecho que haya tenido algo más de tres mil visitas hasta ahora. La mayoría, mías, para ser sinceros. El puñado de entradas al blog que no me pertenecen han debido de rebotar como una pelota en el frontón. Chocan contra este muro y salen con más fuerza todavía, sin dejar siquiera un comentario. El único comentario que poseo, y que guardo como un tesoro al que miro de vez en cuando con avaricia, lo escribí yo mismo hace meses. Y después de este strip-tease de sinceridad sobrevenida , envío un saludo a los pocos lectores que, ya sea por la magia de Google o por cualquier otro motivo que se me escapa, han acabado aquí. Si encima están leyendo estas líneas, en el tercer párrafo de una entrada de pésimo contenido, merecerán un h

Beso en la noche

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Te miré y me miraste. Con esos ojos en los que cabe el mundo entero. La vida, mi vida, reflejada en ellos. Es mirarte y zambullirme en otro universo donde solo estamos los dos, tú y yo. Nadie más. Te miro, me miras y ya solo existes tú. Tú y yo. Ajenos a lo que nos rodea, a las ruidosas personas que pasean a estas horas de la noche en nuestro parque antes de que echen el cierre. Tu beso es dulce como la nata. El tiempo se ha parado a nuestro alrededor, como si nos hubiéramos bajado de un tren en marcha y dijéramos adiós a la máquina enloquecida que se aleja a toda velocidad. La noche se nos ha detenido en este beso largo, infinito, sin principio ni final. Un beso que da sentido a la vida y que te hace olvidar hasta tu nombre. Embrujados por una noche de verano sin luna, pero repleta de estrellas, descansamos a la sombra nocturna de unos olivos, sobre la hierba húmeda. Tumbado en la ladera busco en el cielo estrellado la osa mayor y el carro, como he hecho todas las noches de mi

Vivir para soñar

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Esta noche también ha soñado con él, ha vuelto a verlo, a abrazarlo, a pedirle que no se vuelva a marchar, que no la deje sola más. Hace más de un año que él, su compañero de viaje durante más de 40 años, su media naranja, su cuerpo y su alma, su pensamiento y su vida entera , se marchó. Fue un sábado de mayo, hace hoy catorce meses menos cinco días. Desde aquella mañana en que dejó un suspiro en el aire y abandonó esta vida, ella nunca ha dejado de soñar con él. Ni una sola noche. - Esta noche le he vuelto a ver, tan real, hasta podía tocarle. Mi madre se emociona cada vez que me cuenta sus sueños. Yo le pregunto por la mañana, porque luego se le olvidan los detalles. Solo recuerda que anoche también estuvo con él. Así que, mientras desayuno un café con pastas de colores, a una hora nada temprana, aprovecho que se ha sentado conmigo a la mesa y le pido que me cuente cómo y dónde vio a papá esta noche pasada. - Le vi como te veo a ti ahora. Yo estaba paseando por Salamanca. No

Siempre quise ir a L. A.

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Siempre quise ir a L.A. dejar un día esta ciudad. Cruzar el mar en tu compañía. Pero ya hace tiempo que me has dejado, y probablemente me habrás olvidado. No sé qué aventuras correré sin ti. Y ahora estoy aquí sentado en un viejo Cadillac de segunda mano junto al Mervellé, a mis pies mi ciudad y hace un momento que me ha dejado, aquí en la ladera del Tibidabo, la última rubia que vino a probar el asiento de atrás. Quizás el "martini" me ha hecho recordar nena, ¿por qué no volviste a llamar? Creí que podía olvidarte sin más y aún a ratos, ya ves. Y al irse la rubia me he sentido extraño, me he quedado solo, fumando un cigarro, quizás he pensado, nostalgia de ti y desde esta curva donde estoy parado me he sorprendido mirando a tu barrio, y me han atrapado luces de ciudad. El amanecer me sorprenderá dormido, borracho en el Cadillac, junto a las palmeras luce solitario y dice la gente que ahora eres formal y yo a

Río seco

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Un día de verano, el río se secó . Fue un año especialmente duro por la sequía, y el agua se agotó. Como si una noche dejara de haber estrellas en el cielo. Esa fue la sensación. Ver un cauce de polvo y piedras te producía un ahogo inmediato, como si contuvieras la respiración y permanecieras así eternamente, sin reaccionar. Todo perdía su sentido alrededor de ese camino sediento por el que siempre corría el agua sin demasiada prisa. El puente que cruza el río ahora seco desentona como un antiguo guerrero fuera del campo de batalla, mucho después de haber acabado la guerra. Se siente perdido, confundido, buscando otra vez su lugar en el mundo. La mirada expectante que siempre, siempre busca la corriente cuando cruza el río se transforma en decepción y sorpresa en una décima de segundo en cuanto comprueba con estupor que no queda ni gota de agua. Como el niño que entra en una pastelería y descubre que está vacía , o que los pasteles han sido sustituidos por verduras. Las piedr

Noche de vuvuzelas

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El Metro es una fiesta . En cada estación suben decenas de jóvenes con la camiseta de España, envueltos en la bandera nacional, algunos con vuvuzelas que hacen sonar hasta la asfixia. Los pasajeros que solo vuelven a casa, o que descansan en el asiento con cara de cansancio, miran con curiosidad, o con temor, a los aficionados que, por una extraña conexión de espíritus, se han puesto a saltar todos a la vez mientras golpean con sus manos el techo de los vagones. Son materiales resistentes, por lo que se ve. "¡Yo soy español, español, español...!" , claman. O también algo más clásico como: "¡Un bote, dos botes, italiano el que no bote!" Y todos se ponen a botar en el tembloroso vagón. Los italianos, convertidos en circunstancial enemigo, por enfrentarse a España en la final de la Eurocopa, y resultar derrotados por un sonrojante 4-0. En Madrid, ni en España, nadie odia a los italianos. Suena absurdo. Pero esta noche de explosión patriótico-futbolística son al

Por qué no

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And in the naked light I saw Ten thousand people, maybe more. People talking without speaking, People hearing without listening, People writing songs that voices never share And no one dare Disturb the sound of silence. (The Sound of Silence) Siempre que paso por aquella calle me acuerdo de ti. Creo que lo seguiré haciendo mientras viva, no hay remedio. La diferencia es que antes, según me acercaba a la zona cero, apretaba los dientes, y ahora me sale una extraña sonrisa, algo forzada, que dura hasta que me reflejo en un cristal y compruebo que los ojos, la mirada, me delatan. Vale, me ha vuelto a doler, lo reconozco. Pero un poquito menos que la última vez… Da igual. Tu recuerdo me dura quince segundos. En cuanto llego a la Gran Vía tomo una buena bocanada de aire contaminado y me quedo como nuevo. Ya ha pasado la medianoche y me dirijo a mi cobijo de la noche madrileña , el antro donde los problemas no existen y sólo vale sonreír, esta vez de verdad, sin

Noche de claro de luna

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Si la cabeza no para de girar si sientes que la fuerza se te va y siempre tienes gana de escapar, de escapar anímate a crecer en la vida en esta vida que te ha tocao reinvéntate y siente la alegría de los que están a tu lao levántate sin echar cuenta de las veces que has tropezao (Chambao) Es enero y la playa está vacía. Solo estamos tú y yo, sentados en la arena, comiéndonos con los ojos esta puesta de sol que nos regala el final del día. Las olas llegan pausadas, con tranquilidad, hasta la orilla. Apenas se envalentonan al romper, mientras reflejan en su espuma la luz crepuscular. Es como si todo se hubiera puesto de acuerdo para crear este anochecer de melancolía y paz.  Si pudiera quedarme siempre aquí, si pudiera al menos llevarme un trocito de este mar Mediterráneo que parece arder, si pudiera volver a ti cada día, a esta misma hora, para vivir juntos ese momento siempre misterioso que da paso a la noche cerrada, si pudiera oler la brisa del mar cuando más lejos estoy de

Cita a ciegas

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(Aclaración: la primera persona utilizada no implica que el autor sea el protagonista, ni mucho menos que lo narrado sea verídico) Llovía con ganas en Madrid , pero no me importaba. Me negué a coger un paraguas y me lancé a la aventura, con la vaga esperanza de que cuando saliera del Metro, al llegar a mi destino, hubiera escampado. Como si viajara a otra ciudad, cuando en realidad sólo iba siete paradas más allá. En cada estación, la entrada de pasajeros con la ropa empapada iba destruyendo mi optimismo sobre el tiempo. Me consolé: la lluvia da buena suerte, dicen. En realidad los supersticiosos se refieren a las bodas, pero me valía igual. El Retiro siempre me ha fascinado por la noche. Tiene un extraño poder de atracción que me arrastra a su interior, aunque al final siempre gana mi desconfianza y me planto en su puerta mirando hacia la negrura que se pierde allá a lo lejos. Me digo, una vez más, que me encantaría pasar una noche en el Parque, cuando cierren todas l